Repoblando la duna (dia 1)




Hoy ha sido un día intenso. Hace dos semanas llegó un grupo de voluntarios y arrancaron el "Carpobrotus Edulis" o "Ditets" ("deditos" en valenciano) dejando la duna con un aspecto horrible me he visto absorbido por el para mi desconocido y extenso mundo de la flora dunar marina autóctona valenciana. Comencé buscando que tipo de plantas podrían crecer en semejantes condiciones y quizá os imaginéis mi fascinación ante tanta variedad. Finalmente encontré el vivero de la devesa del Saler, un lugar increíble al cual le debemos la salud y el aspecto cada vez mas protegido de nuestra maravillosa Albufera, sin duda el mayor tesoro que tenemos todos los Valencianos.
Tras conocer a Paco Collado y recibir un curso acelerado acerca del Carpobrotus y las terribles consecuencias sobre la flora autóctona empecé a entender que esos aparentemente inocentes deditos verdes que llevaba viendo desde la infancia al igual que mi abuelo llevan al menos cien años devastando la biodiversidad no solo de Valencia sino de medio mundo. Por lo visto y al estilo de las grandes superficies y los pequeños comercios locales, esta planta genera una enorme cantidad de polen, atrayendo a todas las abejas y monopolizando la polinización. El resultado es imaginable, de igual manera que los pequeños comercios, las flores autóctonas desaparecen al ser ignoradas por las abejas.




El primer contacto con las semillas ha sido realmente una sorpresa. Evidencian su libertad en su forma, su historia, su supervivencia al margen de la utilidad para el ser humano. Especialmente me ha llamado la atención la semilla de la Azucena Marina (Pancratium Maritimun) que parecía pequeños trocitos de carbón.
He reflexionado un rato sobre las palabras de Paco, que decía que debían lanzarse como si fuesen semillas de arroz.
Mi experiencia con los huertos tradicionales ha servido para poco, mas bien he tenido que recurrir a Fukuoka y a mis experimentos con la Permacultura, almacenados en algún cajoncito de mi mente.

Sembrar estas semillas arrojandolas sobre los leves surcos hechos con el rastrillo, sobre las espirales leves, para luego volver a cubrirlos sutilmente con arena, como si se tratase del viento, tratando de pensar en como lo haría la propia naturaleza me ha recordado al Zen. Cultivando sin agua, lanzando semillas al desierto que no darán frutos comestibles o comerciables, confiando en que la vida se abrirá paso, sin agresividad, esparciendo poco a poco. Ha sido realmente gratificante, como aquello que se hace "porque si" sabiéndose servidor de algo inmenso y eterno, silencioso, descalzo, libre como aquello que aparentemente no es útil...

Solo puedo recomendaros una experiencia así, se que no parece emocionante, pero lo es, os lo prometo.


Haz de la forma algo informe,
yendo y volviendo, a ningún otro lugar.
Haz del pensamiento un pensamiento impensado,
cantando y bailando, la voz del Dharma.

¡Qué extenso es el cielo de la concentración sin obstáculos!
¡Cuán brillante la luna llena de la cuádruple sabiduría!

En este mismo instante, ¿Qué podemos buscar?
El nirvana es inmediato.
Este lugar es la tierra del loto.
Este cuerpo es el cuerpo de Buda.

Hakuin
(1685 – 1769)





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