Jean se va, al otro lado del mar (Segunda parte)

Pensando todavía en el naufrago al que ha visto en el vagón del subterráneo, Jean camina hacia la salida, hacía la luz, una luz que se cuela entre las nubes grises, una luz entre vidriera de pastelería y de fondo del mar. Afuera, no sabe muy bien a donde ir, así que camina en linea recta hacía donde le parece mas interesante. Se detiene frente a una tienda y compra una camiseta azul con una linea amarilla cruzando el pecho que le llama la atención, decide irse con ella puesta, cinco pesitos, regalo para usted que hoy es un día especial y los chicos ganan seguro —le suelta jeroglificamente la vendedora, que la lleva puesta también—. A lo lejos se ven colores, casitas pintadas graciosamente aquí y allí, así que se encamina tranquilamente, silbando, las manos en los bolsillos. De pronto la calle se adoquina y hay contados de momento unos cinco vendedores de bocadillos cada veinte metros. Sin embargo de pronto todas las tiendas empiezan a cerrar al mismo tiempo. En el intervalo entre las cinco cincuenta de la tarde y las seis, Jean François, clochard emerito de Moulins, ve aparecer a una multitud, es arrollado, vitoreado, elevado en hombros y finalmente conducido hacia un gigantesco edificio donde asiste atónito al mas increible partido de fútbol que pudiese imaginarse, a su alrededor la gente grita consignas incomprensibles "maradó, maradó" es una de ellas. Finalmente llega a la conclusión de que están cantándole a algún tipo de entidad supraterrena y el también se levanta y grita la consigna, seguido por miles de voces, aparece en él un cariño inaudito hacía un deporte que hasta ese momento le fue relativamente desconocido.
Las siguientes noticias que se tienen tras el partido, aluden a que despierta en una de las casitas de colores con un incomprensible dolor de cabeza y abrazado por una hermosa muchacha rubia a la que sintiéndolo profundamente tiene que abandonar sin hacer ruido, a ella y a los demás habitantes de la casita de colores —Au revoir hermoso barrio, quizá vuelva algún día — Susurra mientras poco a poco se aleja adoquines arriba con su camiseta azul y amarillo y unos grandes labios rojos estampados en la frente.


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