Jean se va, al otro lado del mar

Han sido al menos catorce horas en un avión, tres de las cuales las ha dedicado a mirar por la ventanilla. Intentando ver allí abajo un barco vikingo, pues según sus teorías ese tipo de barcos siguen atravesando los mares, tal vez tripulados, tal vez no. Quizá abandonados a las eternas corrientes atlánticas, lo cierto es que en algunas ocasiones se jura a si mismo que allí, a unos diez mil metros ha logrado ver mas de un Drakkar. algunas de esas horas también las dedica a pasear arriba y abajo por el pasillo del avión, inventando posibles historias acerca de cada uno de los viajeros. Que zapatos mas gastados —piensa mientras mira de soslayo haciendo como que espera a que sea liberado el baño— probablemente recorriese miles de kilómetros con ellos, seguro que hizo una promesa y llego hasta china, aunque probablemente entonces no serían los mismos zapatos... bueno podría haberlos guardado en su mochila y haber continuado descalzo tras conocer a un monje, el cual le acompañaría hasta un antiguo monasterio perdido en los Himalayas.
Finalmente dedica las ultimas horas de su viaje a dormir. Ya en el ultimo tramo piensa en su impulsividad, irse tan lejos ahora, porque quien sabe si nunca llega el momento y siempre me va a quedar por visitar este lugar del que tanto me han hablado, especialmente Pierre que como en una letanía le cuenta de vez en cuando, lo tanto que lo añora.

A las ocho en punto de la mañana, Jean François, clochard emérito de Moulins, sale por fin del aeropuerto y atravesando a toda una jauría de taxistas ilegales se encamina a encontrar el primer autobús que pueda.

Poco tarda en averiguar que se ha metido en una buena, hay que cambiar de moneda, o ir andando... bien, ira andando y luego cambiará de moneda.

Lo primero que le llama la atención es que las calles parecen no acabar nunca, y que tienen agujeros por los que, entre los adoquines parece emerger la arena de la playa. Se sienta en un banco, aquí todo parece detenido en el tiempo —piensa—.
Un autobús pasa con un asiento sobresaliendo por la ventana, sin duda ese es el suyo, según sus averiguaciones tiene que tomar el ciento sesenta y ocho, así que extiende el pulgar tranquilamente y el autobús no se detiene en absoluto. Desconcertado mira hacia los lados y una señora con un gorro de lana y un paraguas le explica que cuando los cojines asoman por la ventana significa que va averiado y que ya vendrá el siguiente. El siguiente también viene averiado, y el siguiente, así que tras hacer amistad, él y la señora van a hacer dos cosas.
La primera, ella le va a llevar a un lugar seguro donde cambiar su dinero.
La segunda, van a ir en "el subterraneo" —al oír esto Jean François siente una extraña excitación—.
—¿el subterraneo?
—Si, le llamamos así, tenemos que caminar un poco pero vas a llegar a tiempo.

Una vez a bordo de la linea "A", Jean François esta imaginando la historia de un chico que lee tranquilamente en un asiento, vestido con lo que parece una sabana y con unas babuchas rojas. Estela (que así se llama su nueva amiga) le dice que "se ha escapado del Borda" pero Jean ya tiene en su cabeza la verdad sobre lo que le pasó. Viajaba en un barco exclusivamente dedicado a la importación de quesos manchegos ahumados y contrabando de tabaco de andorra, cuando el barco colisionó contra otro barco de transporte de neveras chinas, los dos barcos naufragaron sin remedio, pero él logro escapar utilizando una nevera como si se tratase de un bote de remo, una vez en tierra y dado que la catástrofe lo había encontrado durmiendo, tuvo que apañarse con lo que le ofrecieron en el puerto al que había llegado.

—¡Jean! ¿me estas escuchando? creo que la siguiente es tu parada — le dice Estela sacándolo del curioso trance en el que parecía haber caído mirando al loco del asiento—.

Se acerca al chico y tras sacar unos pantalones  y una camiseta de su maleta, los deja delicadamente junto a el y se retira andando hacia atrás.

Luego se despide de Estela, que mueve la cabeza hacía los lados de una manera incomprensible, y se apea del "subterraneo" en la parada equivocada.







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